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Poesía sencilla 3

27 Jun

 

Escultura de Martín Gaztelumendi

Mis posos

Es muy difícil saber si yo dejaré
posos en las personas que me
rodean, o si como dice mi regalo
de jubilación: Cuidaremos la huella
que has dejado.

Me encantaría dejar la amistad
con los distintos, los que creen
en otra forma (o no creen)
y sujetan su vida a otras normas,
y luchan por ser coherentes
el poquito que se puede ser.

Estaría maravillado si consiguiera
dejar unos cuantos escritos
que alegraran la vida,
o hicieran soportables
penas y enfermedades,
de las personas que (o se los) lean.

Me gustaría dejar poso de respeto
por lo que se suele llamar Dios,
que yo no me atrevo a llamar
por no faltarle al respeto,
prefiero guardar un…
(respetuoso silencio).

Sería el culmen si pudiera dejar
un poso de amor, de ese ser tornadizo
que va cambiando con la edad
y que parece que se oculta con
las nubes de la vejez, pero
que está ahí, inexplicablemente ahí.

No me halaguéis, basta de alabanzas,
sed sinceros, porque necesito
saber el color de los posos que dejo,
cuáles luminosos, y cuáles oscuros;
si os sirven para vivir mejor,
o tiñen vuestra vida de desesperanza.

 

Posos de otros

Mirando en el fondo
de mi recipiente, analizo
lo que en la vida han ido
otras personas
dejando impreso
en mi fondo.

Las ideologías enemigas
fueron fraguándose en
el siglo anterior, y me llegaron
a alcanzar en la posguerra
fratricida y su continuación,
la guerra más espantosa,
por ahora.

También la ciencia dejó
toda clase de restos,
en mi tacita recién nacida.
Justo cuando tenía un mes
el primer artefacto nuclear
estalló en Álamo Gordo,
¡la leche de mi madre!
con radioactividad.

Y mi hermano desconocido,
un tal Miguel Ángel,
se murió de meningitis,
Y yo, el primogénito sustituto,
recibí cuidados sin fin,
y al pasar el tiempo
muchas inyecciones de
penicilina y calcio…

Unas temporadas de cama
y los regalos de mi primo
me aficionaron a la lectura,
de los cuentos de Andersen,
Y a iluminarlos de colores.
Todo esto me ha modelado
¡misterio! hasta ahora.

Guillermo, el travieso
dejó su poso de humor,
ingenio y creatividad…
que los frailes no consiguieron
matar, con todas sus rutinas
y el interés por inculcarme
¡desgraciados! hábitos.

Las mujeres y sus luchas
me pavimentaron de lenguaje
a ras de calle y de penurias,
que no lograron disolver
las docenas de libros de
papel marrón que me tragué
en desorden.

Jesús, el de Nazaret,
me dejó el poso de un Dios
bondadoso y amante
que no fue disuelto por
la teología y la liturgia
repetitiva y aburrida
de miles de misas.

La filosofía de un tal
Manzana, el buen José,
despejó el panorama
anulando la escolástica
recalcitrante y nos
enseñó a pensar críticamente
a toda una generación.

Y veo un fondo luminoso
de teología liberadora
que no ha sido anulada
ni por el capitalismo salvaje,
ni por la conjura vaticana,
ni por la sociedad de la comunicación…
¡ay! el consumo.

Los pobres del Ecuador
me barnizaron de realidad,
de la explotación mundial
que se tragaba su chocolate
y café y dejaba en ellos
la tisis de sus jóvenes y
la deuda eterna.

El amor me imprimió carácter
y no le fui infiel, me consagré
a él, como a lo único que
se puede dedicar la vida.
No pudo con él ni la pulsión
sexual que desde adolescente
me superó.

Y desde que me jubilé la
enfermedad me está dejando
sucio el fondo, que no ves
los posos anteriores.
Pero, ahí están, siguen todos vivitos.
Son mis raíces y espero en otros,
dejar posos.

Y a ti ¿Qué posos te ha dejado
la vida? Algunos son amargos,
otros dulzarrones,
pero todos son tuyos.
¡Asúmelos y trasmítelos!
Haz con ellos un poema
y nos lo lees. ¿Eh?

 

La voz

Salieron a buscarme
en la noche
y no me encontraron.

Semana de relaciones sociales,
masas en manifestaciones exitosas,
indignaciones masivas
antes las desigualdades,
actividad en los grupos habituales,
los cuidados a mi cargo,
muchas cosas que hacer…
y yo me encuentro solo.

Salió a buscarme
en la oscuridad
y no me encontró.

Semana de asistencia
a la hija y a su retoño,
se alejó en el tren gozosa
de ver de nuevo al nieto.
Compartiendo labores
y entretenimientos…
Hecho mucho en falta
sus discusiones.

Salí a encontrarme
en la confusión progresiva
y no lo conseguí.

Y en la intimidad del grupo,
de poesía disminuido,
casi exhausto, me hicieron notar
los defectos de una voz relamida.
Ha sido como una bofetada,
el que mi voz no fuera clara…
Y reaccioné buscándome.

Y me encontré con mi voz
sencilla y afectuosa,
que estaba perdida, fuera.

 

Es fácil

Es fácil hacer un poema.
Tienes que encontrar
una frase y darle vueltas
en tu cabeza hasta que te
salga sola y redonda.
Luego te tienes que sacar
las entrañas:
recuerdos, impresiones
afectos, indignaciones…
y las vas añadiendo
poco a poco, como se añade
el aceite para que la mayonesa
no se corte.

A—Pero, así te desnudas
ante toda la gente…
—Claro, hay que perder
el pudor…
A—Y tú ¿desnudas también
a la gente que conoces?
—Puede ser, pero con
buen rollo, con cariño,
sin maldad…
¿Quieres que te haga
un poema? Es fácil…
A—NO.

 

Improvisación

¡Qué vida buena!
Todo el día ocupado
en las labores de la casa,
en los paseos de reglamento,
en el cuidado de mi enfermedad,
en el pringue de mi asociación,
en la escritura.

¡Es una gozada!
Preparar con ilusión
un plato nuevo,
ir a un recorrido desconocido,
conocer a gente que escribe
aunque esté en otro continente,
terminar este poema.

¡Me hace ilusión!
Inventar una salsa,
descubrir una ruta en un programa,
departir con un enfermo,
venir al grupo a leer
este poema hecho de cariño
e improvisación.

 

Cota cero

Después de salir de la frutería
veo al pasar que la panadera
tiene permanente el ceño
fruncido. Ya hasta los despachos
de pan son franquicias.
Me salto un semáforo en rojo
y otras personas me imitan.
Un Dartagnan viejo nos pita
desde un descapotable verde.
los jardinero elegantes con
cascos rojos y protectores
de oídos a juego, juegan
a quitar la pelambrera
abundante a los árboles
del parque. ¡Con tanta lluvia!
Los niños del patio juegan
al fútbol, gritando como en el
mundial, las niñas están
desaparecidas.
Un parado ha salido al balcón
a fumar, buscando el sol aún
velado.
El panadero independiente,
me sirve el pan a diario,
me comenta el tiempo:
ya he sacado la camiseta para
la calorina, al fin llega.
Un trío de mujeres saharauis
se me cruza cerca de mi casa,
la madre elegante empuja
un carrito con una niña
vestida de occidental y detrás
camina la abuela vistiendo
la melfa.
Frente a mi portal un
desaprensivo insolidario ha
abandonado una mierda de
perro, que algunos vecinos
involuntarios la han esparcido
por la elegante remodelación.
Entro en mi casa a cota cero.

 

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