Baño de belleza
No, no he venido al campo para
seguir hablando del veneno,
para seguir acumulando amargura
en las partes más nobles de mi ser.
No, he salido de la ciudad porque
el mono tema son las injusticias
de los que se creen impunes ante
la ley y los tribunales.
Hemos participado en la manifas,
en las concentraciones de mujeres
y jubiladas, en las protestas por los
fallos jurídicos indecentes, y por
las declaraciones de los escuderos
de los infames cazadores de mujeres
desvalidas y hemos visto tanta rabia…
Afortunadamente se nos han
estropeado casi todos los canales
de televisión y no hay conexión a
internet. He salido a pasear, y a
contemplar la belleza de las flores
de la primera primavera,
amarillas, blancas y rojas…
Me niego a seguir viendo las
plantas venenosas que están
por todas partes, ya me atosigan
el eléboro del que cuelgan
sus frutos, el acónito cuyos brotes
muy verdes asoman en lo sombrío,
la cicuta, presente en todas las cunetas.
El tomillo está en flor, y cuando
recolectamos unas pocas cabezas
en cada mata, para compartir con
los amigos, la mano nos ha quedado
perfumada. Hemos cogido una rama
de romero florecida para dar su olor
el ácido vinagre de las ensaladas…
Además encontramos amistades nuevas:
La flor blanca de la Aliaria, tan parecida
a las ortigas y tan distinta; la fumaria
color rosa pálido y consistencia de seda;
la amapola, ay, cada vez quedan menos,
ninguna en la invasión de los cereales
subvencionados, pero hoy he visto la
primera cuya mariposa interior tenía seis alas.
Y en medio de todas ellas una bella
desconocida, una flor pequeña, roja
brillante, que me resulta conocida
porque parece un ranúnculo, por
el conjunto de estambres y pistilos
como un botón, y sus cinco sépalos,
es como una anémona bellísima.
Y en el frío despiadado de las tierras altas
una gran cantidad de tierras salvajes
están siendo arrasadas para tener
cada vez más caballos y vacas, y para
extender las subvenciones cerealeras…
Pero allí en un rincón han aparecido
las pulsatillas pratensis, muy hermosas.
Apertura
No sé qué nos está pasando
de un tiempo a esta parte
nos relacionamos con críticas,
sospechas y exigencias…
Miramos cada cual nuestros
derechos, sin hacerlos universales,
y nos sentimos sujetos de
injusticias.
Así no se puede hacer identidad.
Es una postura muy tóxica
que nos lleva a la confrontación,
división y enemistad.
En vez de dedicarnos a pensar
el modelo de persona que queremos
promover, no salimos de rellenar
largos documentos y protocolos
que nos llenan de aburrimiento.
En vez de discernir las incoherencias
que cada persona y cada grupo
tenemos, miramos las de los demás.
No encontramos soluciones creativas,
perdemos el tiempo en quejas
zarandajas y disputas …
Así no podemos caminar juntos.
Ya es hora de celebrar nuestra
diversidad y colaborar entre todos
para construir una persona más
abierta, más creativa y más feliz.
Todas las personas, sin importar
el nivel profesional,
son valiosas para la construcción
de una sociedad inclusiva
que busque la igualdad de los derechos,
y de las realidades. No es una cuestión
de principios sólo, sino de puesta
en práctica.
Si las personas no tenemos
una actitud abierta, dialogal y de
equipo, nunca podremos construir
una sociedad abierta, dialogal y
que coopere a escala global.
Estamos en un momento de
post-religión, de post-secularidad…
Toca entenderse todas con todas
las personas, sin recelo, sin querer
conquistar, sin exigir a otra lo que no
somos capaces de realizar.
Abiertos, ilusionados, por obras.
¡Arre! y ¡soo!
La mula que me lleva es tozuda,
cuando ve en peligro su interés
porque se estrecha el camino
para la comisión y los privilegios…
Echa el freno y no la mueve
ni los arreos ni juramentos.
¡Arre! maldita mula condenada
que no vamos a llegar a la casa.
Y otras veces, cuando huele zanahorias
emprende un trote condenado
por los caminos de los montes
sacando chispas a las rocas,
y me mantiene apenas aferrado
a las bridas y a los estribos.
¡Soo! maldita mula del demonio
que me llevas derecha al desastre.
Amor reconstruido
En la época en que el amor floreció
era una rama de árgoma,
que cuaja en flores amarillas
y está adornada de muchas púas.
Parecía me entonces que el sexo
y los dolores eran del mismo amor.
Sin el sexo el amor no sería soportable…
Ha cambiado la estación y el invierno
ha hecho presente sus nieves y goteras
y el sexo se ha venido abajo y
han asomado las otras dulzuras:
convivencia suave cuidándonos,
hablar sobre las personas que queremos,
tareas y paseos compartidos…
De vez en cuando asoma la amargura
de la mente que se ve sin energía
y achaca al mundo y a otras personas
el declinar propio…
Asoman otra vez las espinas…
Pero hay un fondo de cosecha
que es muy dulce y grato:
los retoños vivos crecen.
Llegará un día en que flores y espinas
serán abono de nuevas simientes,
crecerán otras árgomas llenas
de cuidados y paseos,
de conversaciones amables,
de platos ilusionantes,
de vacaciones compartidas,
de sexo y de amor.
¿Derecho o mercancía?
Hemos de elegir continuamente
entre considerar a cada cosa que
adquirimos como una mercancía
que el mercado pone en nuestras
alacenas a cambio de dinero,
o un objeto para concretar un
derecho que nos pertenece por
ser simplemente personas.
¿Cómo nos consideraremos?
Privilegiados por tener más monedas
a nuestra disposición, o solidarios
porque compartimos los mismos
derechos de todas las personas,
aunque el día en que todas
disfruten de los medios para alcanzarlos
esté aún muy lejano.
Cada vez hay más cosas que se
van volviendo mercancías, en la
medida en que algunos vuelven
a los servicios públicos en negocios
particulares. La salud, la educación,
el agua, la alimentación sana,
el saneamiento, el tren, la carretera,
cuestan cada vez más dinero…
En algunos países ricos se excluye de ellos
a los que no les alcanza el dinero.
La lógica del mercado es concentradora
de la riqueza en pocas manos.
El trabajo ya no se considera dignidad,
sino recurso a comprar al más bajo
precio, mercancía sometida al mercado.
Le llaman competitividad, pero en realidad
es privación de seguridad y de dignidad,
jornadas agotadoras y condiciones inhumanas,
continua exigencia de más y más productividad.
Se quita calidad para bajar el precio;
se paga menos a los que producen
las sustancias necesarias para la
supervivencia; se estimula el consumo
de sustancias inútiles y perjudiciales;
se cede a las presiones de los lobys
poderosos de grandes empresas;
Esto está desquiciado.
Todo es una asquerosa mercancía,
incluida la verdad.
Amor a cuatro manos (29-03-18)
¿Sabes cuánto amor cabe
En el brunoise de una cebolla?
Estamos aprestando la olla
Antes de irnos a celebrar el amor.
Ayer ya pusimos a remojo las lentejas
Y hoy, después de desayunar juntos
Hemos preparados manos y cuchillos,
Y nos hemos repartido las tareas,
Después de haber compartido besos.
¿Sabes cuánto amor cabe
En las peladuras de dos zanahorias?
Ella ha cerrado la tapa
y yo la he apagado.
¡Con cuatro manos son más
cariñosos los cuidados¡
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