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Pasos de campo a ciudad

26 Jun

Hemos acostumbrado, en la familia, a dar paseos por el campo y la ciudad, a ver lo que hay, sin objetivo de cumbre o recorrido, sin tiempo, o mejor dicho hasta donde nos den los minutos u horas de que disponíamos. Lo importante no era llegar, sino ver lo que nos encontrábamos, conocerlo y contemplarlo.

Así hemos degustado el paisaje, la estación, la flora y la fauna, esta última, que de día no se deja ver, salvo pájaros, mariposas y algunos insectos, muestra, sin embargo, rastros, pisadas, excrementos, bañeras, pelos o cadáveres, porque teme acabar en el zurrón de una cazuela o un taxidermista. La principal fauna con que nos hemos encontrado ha sido la humana, que en su mayor parte, tiene la fea costumbre de dormir de noche, la más de las veces huidiza y hostil como verdaderos ejemplares dominados por el miedo; menos veces encuentros cálidos que nos reconcilian con el ejemplar ovejuno, en algunos casos caprino, que llevamos dentro del pellejo.

Empiezo esta serie de relatos breves, de uno o dos folios, con uno hecho hace más de cuarenta años, cuando era joven, y ya veremos cuando acaba, quizás cuando las fuerzas o la cabeza no me permitan ni sostener la cachaba.

Viento castellano (verano  1973)

Cuando el viento castellano riza las espaldas de las hojas, toda la vida se trastorna. Los trigos en leche se merman, piel apenas blancuzca al despanzurrar sus granos; las cebadas ocultan su espiga, las avenas agitan sus campanillas como locas. Voltearse de ramas con bordes requemados, pasiones de tiempos lejanos.

Estos días cada persona es un extraño: padres que exasperan a mandatos, agotada su paciencia en lucha con la reseca; vecinas revientan en tarascadas, hundidas en ojeras y jaquecas; renacen antiguos rencores. Un perro sale a recibir al coche. Abrir la puerta y sale el negro en tromba.

Olisqueos, gruñidos y agudos gemidos, banderas alzadas de ejércitos que se acechan.  Por esta vez se interrumpe el combate a una voz.

El camino discurre entre dos cadenas de rocas. Pequeño valle, increíble resultado del riachuelo que discurre al lado. La vegetación, densa, apenas deja ver las tierras blancas, calizas, estériles. Las alambradas interrumpen nuestro a camino a cada paso. Silencio de pájaros inciertos, esquilas silenciosas, cuervos acechantes. Vista fija en las piedras salientes, tropezones en cada contemplación del paisaje, sobresalto de una sombra que repta en la penumbra de las piedras vueltas. El sudor se seca apenas brota, impreceptible roce de sal en los labios.

Aparece el pueblito. Una trilladora dispuesta a seguir hartando al pajar, varios pabellones de uralita, campos negros rodeándolo todo. Apenas tres edificios: una iglesia de sillarejo, alta, desproporcionada, interpuesta entre dos casas quemadas, que ardieron el mismo día. Un cachorro de cola enarbolada y varios perrillos rodean a nuestra fiera: comedia, desfile, al que ya no estamos atentos. Algunos trabajadores tocados de gorras sureñas nos saludan y se vuelven al patio. Un conocido, Manolo, suele bajar en la mula para abastecer de pan y demás a toda la cuadrilla, conduce el tractor. Le saludamos, nos sonríe, pero no llega a conocernos tras los culos de vaso de sus gafas.

La iglesia está abierta, bien cuidada, completamente desnuda. Cada pieda recogida con cemento, techumbre sana, tarima de roble entera. Tosca, pero digna. No hay retablos, ni santos, ni pinturas. Tan sólo un altar, hecho de piedras iguales a las paredes, sostiene un único objeto: la parte superior de una calavera.

Los diente son grandes, completos y brillantes. Un jóven. El parietal derecho hundido. Un culatazo. Un agujero redondo en el frontal izquierdo. Un balazo de gracia.

Cuando la guerra pasearon a bastantes presos de Vitoria por estos montes. A tu tío lo sacó de la cárcel un requeté, chofer que despidió tu abuelo. Pobre Inés, se murió de pena.

Han dejado, con respeto, sobre el altar, lo único que queda de santo en esta iglesia.

Más viento caliente y calima que empaña el azul. El castellano, cuando persiste, trae tras de sí tormentas. Pobres parvas.

nubarrónpeq   Creative Commons License Este trabajo está bajo licencia de Creative Commons Attribution-ShareAlike 2.5 Generic License.

Mejor que lo digo yo: XII Fiebre (1)

22 Jun

XII. FIEBRE (1)

NUNCA TE LLAMARÉ: MI MUJER
pudiendo llamarte: Carmen

Yo nunca seré tuyo, ni tú serás mía,
porque esas son palabras de propietario,
de personas que compran con su dinero
e imponen su voluntad.

Nunca te llamaré: mi esposa,
pudiendo llamarte: Carmen

Tú serás junto a mi libre
seremos don cuando queramos,
para que podamos los dos
ser lo mejor de nosotros.

Nunca te llamaré: cariño mío
pudiendo llamarte: Carmen

Veamos lo que tenemos que hacer
y ayudemonos en los trabajos,
para que las cargas sean
un refuerzo del amor.

Nunca te llamaré: mi amor
pudiendo llamarte: Carmen

Que ninguno de los dos
le quiera cambiar al otro
para que no hay en nosotros
el que tenga que ceder.

Nunca te llamaré: mi mujer
pudiendo llamarte: Carmen

Nunca desearé que seas mía
prefiero que seamos don
donación provisional
de cada día y de siempre.

dosamapolaspeq

BUSCO LAS ARGOMAS ENTRE TODAS LAS ROSAS
y no encuentro las laboriosas abejitas.
Las espinas ensangrientan mis manos.
Las retamas siempre me traen recuerdos,
pero no las amo, porque en nuestro amor
siempre ha ido unida la miel a las aceradas púas.
Mi amor por ti está enterrado profundo en mi piel.

Ya va llegando el tiempo del panal,
mi piel rasgada será para ti una rama de argoma.
Mis ásperas espinas se han recubierto de oro
para acariciar tu piel.
Mi existencia gris es un grito de azafrán.
Me has vestido de amor.
Mira esas laderas floridas
tan bellas y tan nuestras,
en ellas sangra y florece
para siempre, nuestro amor.

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ESTOY APRENDIENDO A DESNUDAR MI CUERPO PARA TI
porque quiero darme, sin sombra de poder,
sólo con la fuerza de tu deseo.

Estoy tratando de desatar mi alma para ti,
es el único regalo que preparo,
está un poco dura y desgreñada.
Enséñame a mejorarla
para que la admiración prenda en nosotros
el ansia de compartir la vida.

barasanjose2peq

HAMBRE DE TI
Mis labios besan el aire,
apresan mis brazos el viento,
sola está mi vida
y el bello de mi piel huérfano
de tus suaves caricias.
El trabajo es el refugio para mi soledad.
No tengo casa ni familia,
no me importa el futuro,
ni echo cuenta del pasado.
Mis amigos están lejos,
mi vida golpea las piedras.
Sé que voy a ti
todo lleno de luz.
Me fijo en los besos de todos,
los ojos bellos de los niños,
el río lleno de majestad,
el aire impregnado de aromas.
Ya no quiero ver
sino a través de ti.
Todos los árboles, pájaros y peces
el sol y el aire están en ti.
Todo el pueblo eres tú.
En tu pecho hay más latido
que en el aire del río.
En tus manos está mi nido
y en tu vida mi deseo.
Ábrete y fúndete conmigo
para hacer profundas las caricias
del sol sobre el perfil del mar.
Comparte conmigo la vida,
que en esta existencia absurda,
la semilla tenga futuro,
las manos no se olviden de tejer.
Mi cuerpo sufre tu ausencia,
un hueco camina noche y día junto a mi.
Se me van las manos,
se me escapan los labios,
huye de mí el sexo,
mi voz inadvertidamente dice: te quiero.

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ESTOY EN PELIGRO AMOR
sin besarte.

Ahora que se llenan mis días
de trabajos y personas nuevas.
Ahora que va volviendo el sueño
en las noches más frescas.
Ahora que el tiempo ha pasado
y tu llegada está cerca…

Estoy en peligro amor
sin tocarte.

Ya se va edificando mi nueva vida
con los pies afirmados en la tierra.
Ya he recuperado mi nombre de siempre
y siento la relación directa
del valor de mi persona
como única vestimenta…

Estoy en peligro amor
sin amarte.

Ahora que van cicatrizando
del tiempo todas las úlceras
y estamos acomodando un rincón
en la esquinita del grupo.
Ahora que ya cicatrizan las heridas
y nuestros nombres no van de mano a oreja…

Estoy en peligro amor
sin estrecharte.

Ya están fijados nuestro planes
y contamos con el pan y el pasaje.
Se han dado los pasos legales
y hemos roto las amarras.
Ahora que tuyo es mi futuro
y te has despedido del trabajo.
Ahora que me he entregado a ti
y quieres a mi por entero darte.

Estoy en peligro amor
sin desnudarte.

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CADA VEZ QUE ME PONGO A PENSAR
el por qué de nuestro amor
se desgranan en mi alma
razones que no explican,
circunstancias…
No me sirven las palabras.

Que eres sencilla y buena…
Como tantas mujeres del pueblo.
Es obvio que si hubieras amado el maquillaje
y la vida superficial del dinero
me hubiese costado mucho
enamorarme de ti.

Que nos hemos conocido
en cinco años de trabajo común…
Veinte podrían haber sido
y haber visto en ti simplemente
una compañera de labores.

No hay cómo explicar.
Me sorprendí a mi mismo
profundamente enamorado de ti.
Luché a brazo partido
para no afrontar la revolución
de tu amor sobre mi vida,
y, al fin, vencido y renovado
ha crecido en mi el gozo cierto
de tu amor por mi.

Te amo y basta.
De nada sirve escribir un tratado
para tratar de comprender.
Nos ha ayudado mucho
la expresión de los versos,
las caras y los sonidos,
pero al final todo se encierra
en dos palabras: nos amamos.

Estas palabras
viajarán hasta tu alma,
son ahora palabras necesarias
sobre las muchas aguas.
Cuando ya el tiempo
haya vencido al espacio,
Entonces te las diré:
con mi boca,
con mis manos,
con todo mi cuerpo:
Te amo y basta.

modarosapeq

A PESAR DE LA LARGUÍSIMA DISTANCIA QUE NOS MANTIENE SEPARADOS,
aunque la imagen difuminada a través de la niebla atlántica,
me mantiene suspenso y con las yemas de los nervios en tensión.
Si bien no se acaban de posar sobre mis párpados las inquietas pestañas del sueño,
es verdad que mis metáforas y versos te visten de la dorada luz de las flores,
y, sin embargo, nada hay tan real para mi como tú.

Tú eres cuerpo que quiero conocer
palmo a palmo con mis besos.
Tú eres Carmen
con tus enormes valores y tus defectos.
Tú eres la belleza profunda del alma
que me ha deslumbrado.
Yo quiero que siempre seas tú,
pero yo no amo tu fotografía,
no quiero el negativo de mi mismo,
te amo a ti, mujer en tu cuerpo,
tu personalidad y tu alma.
No deseo hacerte mía,
deseo entregarme a ti
para que seas plenamente tú,
haz lo posible por ser más tú.
Desarrolla lo mejor de ti misma
y creceremos los dos.

Deseo hacerte tuya,
hazme gozar en ti
porque estoy entregado.

Desnúdame de mis prejuicios
porque quiero aprender
a enloquecer tu cuerpo.
Arrebátame con tus besos,
desenfréname con tus pechos,
erotízame con tus manos,
ahógame en tu sexo,
desarróllame en tu persona,
sálvame en tu alma,
porque deseo embriagarte de labios,
para que no puedas respirar de deseo.
Yo podré fuego en tus caderas,
desfallece de amor
en una alegría visceral
mejorándote a ti misma.

tabanopeq

Desmontes y canteras

9 Oct

En la zona de Maeztu ha habido durante muchos años trabajos mineros. Primero con el asfalto natural de la zona de Leorza, Maeztu y Atauri.

Además la extracción de arena en el territorio de Laminoria ha dejado numerosas marcas en el paisaje, La más importante y actual una gran cantera de arena y otros materiales áridos. Esta arena se usa en los moldes para fundición de piezas en las acerías del valle del Deba, adonde llegaba por el ferrocarril Vasco Navarro y ahora en grandes camiones.

En el aire cincuenta y cinco cigueñas
hacia el oriente,
sin dar las ocho.


Lluvia de la mañana
hojas muertas
chispas de luz.
 
Hoy no estaba ella
bajo la luz delicada
de los alerces.
 
Robles desnudos, pinos negros,
lana nos guía,
primera violeta en niebla.
 
Desde roca
seguimos gusanos
sin ver luz.

 
Se desliza sol naranja,
estrella brilla
suavemente hacia la tormenta.
 
Amapolas en verde,
estelas blancas
casas en sombra.

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Villas y pueblos

8 Oct

Toda la Montaña Alavesa, así como la Rioja, fue zona fronteriza entre los reinos de Navarra y Castilla.

Los reyes de Castilla conquistaron los castillos de la zona y se sacudieron a los nobles locales, mediante la concesión de fueros especiales para los moradores de villas fortificadas.

Por eso la montaña alavesa no tiene caseríos aislados, sino pequeños núcleos de población a los que se encuentran próximas las tierras de cultivo y pastoreo, y villas con fueros otorgados casi todos ellos por Alfonso X el Sabio en el siglo XIII.

Cuando subido a la peña,
casi arrobado de verde,
contemplo a los pies los valles,
mis inquietos ojos sienten
necesidad de admirarte
en toda forma te busco
¿quién pudiera adorarte?
Todas las horas del día
mis ojos quieren mirarte.

 

Cuando en la mano dura,
cojo la manzana sana,
no sé que carencia siento,
una especie de sensual
necesidad de tocarte,
en un hombro, en la cara,
sentirte viva, palparte.
No me basta con los ojos,
Mis manos quieren amarte.

Cuando en el viento solano
subo por áspera cuesta,
la fatiga me recuerda
la sed que en mi pecho arde.
Quiero salirte al paso,
cada minuto encontrarte,
sentir la sed que hay en ti.
No me basta con las manos,
Mis labios quieren besarte.

 

Cuando después del trabajo
me siento feliz del todo,
en silencio abro un libro,
no consigo concentrarme
estoy repleto de gozo,
porque tú dices amarme.
Siento el sol abrasarme.
No me bastan con los labios,
quiero por entero darme.

Cuando contemplo los robles
en su majestad serena
con el corazón quemado,
siento en mi un desgarrarme.
Dicen que soy duro por fuera,
corazón de carne roja,
latigazo de rayo, calcinarme.
No me basta con tú y yo,
Sé que debo alejarme.

 

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Cardos y pinchos

27 Sep

Todos recordamos la desagradable experiencia infantil de que un pincho se alojaba bajo nuestra epidermis.

En la trilla, cuando había que pasar la parva sobre la cinta que subía a la boca de la trilladora, nuestras manos, poco curtidas, se encontraban con las espinas de los pequeños cardos amarillos que, todavía hoy, proliferan en los sembrados de cereales. Cuando parabamos la tarea para sacarnos el pincho, el dueño de la mies decía: chaval, eso se deja para el invierno.

La belleza se esconde muchas veces tras las espinas.

  • Se van llenando de miel
  • otra vez las argomas.

 

  • A través del teléfono
  • escucho tu voz tímida,
  • recojo tus proyectos
  • y tu alegría sencilla.
  • Cuando hablo contigo,
  • se me enciende la cara
  • y las secas palabras
  • se van llenando de miel.

 

  • Luego en la clínica,
  • en la espera apagada,
  • en los días tras días,
  • en la fingida esperanza,
  • en esa cruel rutina,
  • siento de nuevo las púas
  • en los nervios sostenidas
  • otra vez las argomas.

  • Busco las argomas entre todas las rosas,
  • no encuentro las laboriosas abejas,
  • y las espinas ensangrientan mis manos.
  • Las retamas siempre me traen recuerdos,
  • pero no las amo, porque en nuestro amor
  • siempre ha ido unida la miel a las aceradas púas.
  • Mi amor por ti está enterrado profundo en mi piel.

 

  • Ya va llegando el tiempo del panal,
  • mi piel rasgada será para ti
  • una rama de argoma.
  • Mis asperas espinas se han recubierto de oro
  • para acariciar tu piel.
  • Mi existencia gris
  • es un grito de azafrán.
  • Me has vestido de amor.
  • Mira esas laderas floridas
  • tan bellas y tan nuestras,
  • en ellas sangra y florece
  • para siempre, nuestro amor.

  • Si no te tuviera estrella del norte
  • ¿Hacia dónde iría mi carne?
  • En esta noche negra, si no brillaras en mí
  • ¿hacia qué callejón extraño me arrastraría mi sexo?
  • Si tu resplandor no me tuviera completamente fascinado
  • ¿hacia qué tormenta no navegaría mi nave?

 

  • Estrella del norte, mi esperanza compañera,
  • luz en la tormenta, futuro y sueño.

 

  • En los dos reuniremos el universo entero
  • tú eres mi estrella del norte,
  • yo soy tu cruz del sur.

 


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Los años 70, 80 y 90, Euskadi

25 Sep

Como he andado yendo y viniendo, cuando llegaba a Euskadi pasaba buen tiempo en Maeztu. Allí pintaba en tempera y cera. De esta época aparecen los mismos temas que luego se profundizarán.

Paisaje como este cuadro pequeñito con Maeztu y el fondo de Arboro, monte que por estar cercano al pueblo hemos recorrido por dentro, hay cuevas, y por fuera, robles y peñas, desde niños.

 

  • Estructuras de reflejos simétricos,
  • hormigón prefabricado y cristal,
  • aluminio en ascansión vertical,
  • horizontes cortados de acero,
  • inhumanas armonías cuadradas,
  • apariencias de espejo y de velo,
  • y, en los férreos pasajes brillantes,
  • amarillo resplandor de cadáveres.

 

  • Y sin embargo,
  • no cabemos
  •             en las líneas de los paralelepípedos.
  •                         Al final de la cuadrícula, toma el sol
  • un jubilado en su banco.
  •                                    y en otro se abrazan dos enamorados,
  • y un poco más allá
  •             hace yoga un monje anaranjado
  •                         los chopos casi desnudos
  •                                    mecen sus dedos
  •                                                hacia el azul eterno
  •                                                            apenas nublado.

Un cierto simbolismo social aparecen en estas témperas.

Las manos centrales son las del viejo del Himalaya y todas las demás representan diversas posturas del compromiso social, desde el que pone voluntad de transformación, hasta el que, mostrándose en un pricipio muy agresivo, acaba vencido o diluyendo su acción en respuestas esteticistas o folclóricas.

Las lecturas de Teilhard de Chardin me hicieron concebir la evolución como un proceso que a partir de la vida más primitiva llega a plasmarse en el mundo de las ideas y estas se vuelven a la transformación de la vida.

Elementos de la naturaleza

  • ¡Qué bella es una roca!
  • ¡Qué hermosa tu boca!

 

  • Maravilla de helechos.
  • Milagro de tu pecho.

 

  • Distintos, irrepetibles,
  • Gracias a Dios, no computables.

 

  • ¿Quién podrá encarrilar
  •                         un peñasco?
  • ¿Quién puede reglamentar
  •                         Un sentimiento?

Flores, como el primer capullo de los rosales injertados que mi padre puso en la huerta.

Las estaciones del año: primavera, verano y otoño, pintados en el reverso de restos de papel de empapelar.

Por aquel entonces hice también varios murales que regalé a mis hermanos y a los que perdí la pista.

Cuando volví definitivamente el cuadro margaritas fue un ejercicio con la hija mayor, Maigua. Ella hacía un cuadro y yo otro. Ahora forman pareja a la cabecera de mi cama. Este fue el despertar de la pintura en los veranos de Maeztu.

  • Todas las choperas de oro
  • van quedándose desnudas,
  • en la tarde bella del sol rojo,
  • esa brasa inquieta y recortada,
  • vibrante ocultándose en el misterio
  • del contraluz de la estepa.
  • Los mil velos rosados
  • contra el azul transparente
  • y un fundirse de añil y azafrán
  • sobre el mar profundo del Guadarrama.
  • Las gasas amarillas en jirones,
  • horizonte del sol huido; y
  • al fin, en las piedras rotas,
  • en la inmensa crestería negra,
  • la paz completa del cielo blanco.

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